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Creo en Jesús… Crucificado

Los líderes religiosos de su tiempo se opusieron implacablemente a Jesús. Fue traicionado por uno de sus propios discípulos y abandonado por los demás. Fue entregado a las autoridades seculares que lo “juzgaron” y lo condenaron a muerte. Fue azotado, burlado y escupido. Luego:

…tomaron, pues, a Jesús, y Él salió cargando Su cruz al sitio llamado el Lugar de la Calavera, que en hebreo se dice Gólgota, donde lo crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio. (Juan 19:16-18)

A primera vista, parece un final devastador y humillante para una vida bien vivida. Sus discípulos se sumieron en una profunda desesperación. Toda esperanza parecía perdida. Pero, ¿lo estaba?

Para entender verdaderamente la necesidad de la cruz, debemos pensar en términos de la santidad de Dios. Albert Mohler dice: “La santidad de Dios se desborda en su ira contra el pecado. Dios debe castigar el pecado; porque, nada en todo el cosmos equivale a un mal mayor que la pecaminosidad de la humanidad. El pecado representa una declaración de guerra abierta contra el gobierno y la autoridad de Dios. La paga de ese pecado será una muerte rápida y eterna”. [1]

Jesús, entonces, fue entregado a “la muerte totalmente vil de la cruz” (para citar las palabras de Orígenes, un escritor cristiano temprano). Decir que Jesús “murió”, o simplemente que “fue ejecutado”, pasa por alto la barbarie de su muerte. Todo el sadismo de la naturaleza humana se ensañó con él. Fue una muerte vergonzosa y degradante.[2]

En su libro All You Need to Believe, Donald Cole enumera varias reacciones a la crucifixión. Los musulmanes “se niegan a creer que fue crucificado. En cambio… ‘Fue representado por uno a su semejanza’. Para los judíos, la crucifixión es el mayor obstáculo para creer en Jesús como el Mesías…. El Talmud se refiere a los cristianos como ‘adoradores del colgado’. Los romanos consideraban la crucifixión como algo ‘muy cruel’, ‘extremo’ e ‘infame’… Nos repugna la idea”.[3]

Tal vez estas reacciones nos ayuden a comprender lo que Pablo quiso decir cuando afirmó que la cruz era “motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los gentiles” (1 Cor. 1:23). Por otra parte, tal vez esta repugnancia nos da una pequeña idea de cómo son nuestros pecados para un Dios santo. Ayuda a resaltar el asombroso amor que Dios mostró en que “siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

En el Gólgota, Jesús deja que los poderes se ensañen con él, se lleva todo el peso del pecado, bebe las heces del juicio y permite que la muerte lo retenga en sus garras. Pero en medio de una muerte impotente surge el poder divino de perdonar, redimir y renovar. El veredicto de condenación se anula, la deuda del pecado se paga, la justicia de Dios se satisface y el poder del mal se rompe.[4]

 ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!

1 Corintios 15:57

  1. R. Albert Mohler, The Apostles’ Creed (Thomas Nelson, Edición Kindle), p. 76.
  2. Alister McGrath, I Believe (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1997), p. 60.
  3. C. Donald Cole, All You Need to Believe (Foundations of the Faith) (Moody Publishers, Edición Kindle), p. 49.  
  4. Michael F. Bird, What Christians Ought to Believe (Zondervan Academic, Edición Kindle), p. 134.

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