
El Consuelo de Dios Cuando estás Desanimado, Deprimido y con Temor al Futuro – Segundo Programa
Locutor: Hoy en El Programa de John Ankerberg, una chica muy activa de 17 años que le encantaba montar a caballo, jugar al hockey y la natación, se lanzó en un lago y se rompió su médula espinal. Después de una cirugía de emergencia se enteró de que ella nunca sería capaz de caminar o usar sus manos de nuevo, que iba a ser una tetrapléjica, confinada a una silla de ruedas por el resto de su vida. Pero ¿Cómo Dios ha ayudado a Joni Eareckson Tada durante 45 años para superar el desánimo, la depresión y el temor al futuro?
Luego, imagínate el cuadro de un hombre que en sus 40, que está en buena forma, juega raquet-ball tres veces a la semana, tiene su propio entrenador de pesas. Pero, de repente comienza a experimentar dolor en el lumbar, por lo que tuvo que enfrentar dolorosas operaciones y, finalmente, los médicos tuvieron que sacar todos los discos y fusionar todos los huesos en su columna vertebral para salvar su vida.
Hoy el Dr. Michael Easley, Presidente Emérito del Instituto Bíblico Moody, y Joni Eareckson Tada te hablarán de cómo encontrar el consuelo de Dios cuando estás desanimado, deprimido y con temor al futuro. Únete a nosotros en esta edición especial de El programa de John Ankerberg.
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Segundo Programa
Ankerberg: Bienvenidos a nuestro programa. Estoy aquí con el Dr. Michael Easley y Joni Eareckson Tada. Y estamos teniendo una gran serie de programas con el tema del sufrimiento, y hemos hablado de cómo Dios consuela a aquellos que están enfermos y discapacitados. Y ahora vamos a ver una pregunta que muchos de ustedes hacen, y es esta. Permítanme que formule esta pregunta. ¿Enseña la Biblia que es la voluntad de Dios sanar a todos los que vienen a Él con fe? ¿Es un hecho que Dios siempre va a decir que sí, a todas nuestras peticiones para ser sanados? Y me voy a dirigir a ti, Joni, ¿Está bien? Como cristiana, has estado confinada a esa silla de ruedas por 45 años. Tienes el cuello roto, hace dos años más o menos, fuiste diagnosticada con cáncer de mama y encima de todo eso, tienes un alto dolor crónico debido a un astillamiento del hueso sacro. ¿Hubo alguna vez un momento en que oraste y pediste a Dios que te sanara?
Tada: ¡Oh, sí! Y nunca me he negado a una oración por sanidad. Si alguien quiere orar por mi sanidad, me siento feliz que ellos lo hagan. La Biblia nos dice en Santiago 5: “Si alguno de nosotros está enfermo, que vaya delante de los ancianos”. Hay que seguir todas las disposiciones de las Escrituras, ser ungido con aceite, confesar el pecado.
Pero llega un momento en que, después de haber hecho todo eso, tienes que vivir, tienes que levantarte por la mañana y seguir viviendo. El Salmo 103 nos asegura, si alguno de nosotros experimenta sanidad, ya sea de una gripe, de una fractura de pierna, una cirugía de cadera, lo que sea, Dios lo ha hecho, es Dios quien ha obrado a través de los médicos, es Dios quien obra a través de las cirugías, la medicación. Dios sana todo el tiempo, en todo tipo de formas. Pero Él se reserva el derecho de curar de forma milagrosa a quien quiera, Él es quien lo decide.
No creo que nosotros como cristianos debemos esperar de forma automática que Dios nos dé un cheque en blanco cuando pedimos sanidad física. Tenemos que recordar, como dijo Michael en el primer programa, que toda enfermedad y toda dolencia es el resultado de vivir en un mundo caído. Y cuando Jesús vino, comenzó a revertir los efectos del pecado, pero esto, no ha sido completado. Sí, Él calmó la tormenta, pero todavía tenemos huracanes. Sí, Él resucitó a los muertos, pero incluso a Lázaro, a quien resucitó, murió más tarde. Y si creemos en Cristo, Él quita de nosotros el poder del pecado en nuestras vidas, pero no la presencia del pecado, pues todavía luchamos con el pecado. Así que ¿por qué habríamos como cristianos tener que elegir la enfermedad, lesión o herida como algo que nosotros no tenemos que soportar? Pero, por favor, si soportamos todo lo demás, huracanes, gripe, catástrofes naturales, la muerte, enfermedades.
Ankerberg: En tu libro, tú expresas esto de una manera peculiar, dices que la pregunta principal no es: “¿Puede Dios sanar?” si no ¿Por qué?
Tada: Por supuesto que Dios puede sanar, Dios sana todos los días. Oímos informes de curaciones milagrosas en todo el mundo, donde el evangelio es llevado hasta los bordes de la oscuridad, la brujería, la hechicería y el vudú, pero Dios está haciendo cosas milagrosas. Su brazo no se acorta, sus oídos no son sordos. Él escucha el clamor de los afligidos, Él está constantemente sanando. Pero Él se reserva el derecho a elegir a quien sanar y cómo y de qué manera lo hará. No siempre podemos entender Sus propósitos y planes de este lado de la eternidad, pero tenemos que aceptar que Sus razones son, invariablemente, sabias, buenas, específicas, pero a menudo se ocultan de este lado de la lápida. No entenderemos el por qué Él no sana todo hasta que estemos en el otro lado.
Ankerberg: Sí, ahora llegamos a la pregunta, ¿Es la voluntad de Dios sanar a todos aquellos que vienen a Él con fe y pedir ser sanado?
Tada: Bien, pienso que en Marcos 9, el mismo Jesús que sanó manos marchitas, dice que si tu mano te hace pecar, córtala. Este mismo Jesús, que abrió los ojos de los ciegos, dijo, si tus ojos te hacen pecar, sácate los. Mejor es que vayas por la vida sin ellos, que vayas al fuego del infierno. Ahora, lo que Jesús está diciendo básicamente es que Él tiene prioridades, y Él quiere que entendamos Sus prioridades; y es que, tal vez sea mejor que algunos de nosotros vayamos por la vida mutilados para que nuestras manos no alcancen cosas que no deben alcanzar, o que los pies no vayan a lugares donde no deben ir. Y creo que esa porción de la Escritura sirve para subrayar que Jesús piensa que la curación espiritual, la justicia, el gozo y la paz son mucho más importantes.
Eso es mucho mejor que tener unas manos que trabajan y unos pies que caminan. Hay cosas más importantes en la vida que pies y manos, y eso es tener un hogar eterno, un propósito de vida, la experiencia del gozo, la paz y el contentamiento en tu vida ahora mismo. Esa es la sanación espiritual que es mucho más profunda. ¡Oh, Dios mío!, es el milagro más grande, que pueda sentarme en esta silla de ruedas y sonreír, a pesar de los problemas, pero por causa de ellos. ¡Ese es el milagro!
Ankerberg: Algunas personas dicen, sabes, la razón por la que no has experimentado sanidad, se debe a una falta de fe, o porque tienes algún pecado secreto en tu vida, si tan sólo te deshicieras de ellos, porque si tienes una fe verdadera, Dios te sanará, porque Él quiere que todos estemos sanos. ¿Qué dirías?
Tada: Bueno, yo los llevaría al evangelio de Marcos, capítulo 1. Todo el mundo está viniendo a Jesús en la ciudad de Capernaúm, están siendo sanados de izquierda a derecha. Él lo ha estado haciendo todo el día, y el sol se pone, y se retira; las personas se van. A la mañana siguiente, Jesús se levanta temprano, Él sube a orar a otra colina y sale el sol, la gente comienza a volver; por más sanaciones, más expectativas. Y los discípulos están frenéticos. ¿Dónde está Jesús? ¿Dónde está? Así que suben a la colina a buscarlo, y Él está ahí orando. “Maestro”, dicen, “Todas estas personas Te están buscando”. Y Jesús les dice lo más extraño, Él dice: “Vamos a ir a otro lugar, vamos a ir a los pueblos cercanos para que pueda predicar allí”. Y fíjense en lo que dice: “Es por eso que he venido”.
Ahora bien, no era como si a Jesús no se interesara por todos los casos de cáncer, por los paralíticos, los ciegos y los cojos, que estaban ahí, abajo en la falda de la colina. Es sólo que curar sus males no era Su prioridad. La prioridad era predicar las buenas nuevas del reino, rescatar las almas de las garras de Satanás, para expandir el reino del Padre, para plantar la bandera de familia en el territorio que el diablo piensa que es suyo. Ese es el núcleo del plan de Cristo. Es para rescatarnos del pecado y de hacernos odiar nuestras rebeliones tanto como Él lo hace. Y cuando digo esto, me refiero a las transgresiones de temor, ansiedad, duda, preocupaciones, desconfianza, terquedad, egoísmo, orgullo, todas estas
cosas que necesitan sanidad de manera desesperada, mucho más que unos dedos necesarios para trabajar o unos pies para caminar.
Ankerberg: Sí, la gente dice, “Joni, no estoy seguro de que entiendes; porque, sabes, si sólo fueras a una reunión de sanidad por fe y si tú en verdad creyeras, veras que cosas van a suceder”. Y tú asististe, fuiste a una famosa curandera con el nombre de Kathryn Kuhlman, ya hace mucho tiempo de eso. Y a lo mejor, algunas personas no conozcan de ella, pero yo si me acuerdo de ella. Y tú fuiste; ¿Y qué pasó?
Tada: Sí, mi hermana me llevó a verla, fue en los años 70, y allí estaba Kathryn Kuhlman, en un salón del hotel Hilton, con su vestido blanco, con las luces, la música de los pianos, se leen las Escrituras y dan testimonios. Y todos nosotros en la sección de sillas de ruedas estamos buscando la manera de mirar por allí entre la multitud, y todo el mundo parece estar siendo sanado por allá, vamos allá donde todos los casos difíciles están, sabes que, ninguno de nosotros en las sillas de ruedas fue sanado. Me imagino, que nos sacaron pronto para que no causáramos un atasco de personas en el ascensor. Y allí estaba sentada, era la número 15 en una línea de 35 personas para entrar en el ascensor, y miré hacia arriba y abajo de esta línea, y estoy pensando, hay algo raro con este cuadro. A lo mejor no estoy leyendo las Escrituras de forma correcta, pues, pensaba que debía de haber sido sanada en ese salón. No obstante, esa experiencia me lanzó a buscar más profundamente en la Palabra de Dios, para entender Su prioridad y de qué trata la sanidad.
Ankerberg: Vamos a tomar un descanso, cuando regresemos, quiero hacerte una pregunta, después de 45 años sentada en esa silla de ruedas con tetraplejia, y con el cáncer y con el dolor que estás experimentando incluso ahora, ¿Cuál es tu conclusión sobre esta cosa de por qué Dios no sana a todo el mundo? ¿Por qué Dios no te sanó? ¿Y qué Dios te dijo?
Quédense con nosotros-regresamos en seguida.
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Ankerberg: Muy bien, estamos de regreso y estamos hablando con Joni Eareckson Tada y con el Dr. Michael Easley. Estamos discutiendo algo muy importante: si estás enfermo, si tienes cáncer, si tienes Alzheimer, si tienes un tumor cerebral, si tienes lo que sea, artritis, y vas ante Dios y dices: “Dios, tengo este problema, creo que puedes sanarme, y te pido que lo hagas ahora mismo”. Y Él no lo hace. ¿Es porque no tuviste la fe suficiente? ¿Es porque tienes algún pecado escondido? ¿O hay algo más en juego? Y creo que bíblicamente tenemos que… Michael, y vamos a ver cómo Joni trae esto a una conclusión, pues después de 45 años de sentarse en esta silla de ruedas, tiene mucho que decir sobre esta pregunta; pero antes, bíblicamente y por un momento vamos a hablar de personas que tuvieron fe y tuvieron problemas y le pidieron a Dios, pero no se les contestó, veamos a algunos de ellos.
Easley: Bien, en primer lugar, observamos que Cristo no sana a todo el mundo, como Joni mencionó. Y creo que hay que mirar al pecado y la condición de pecado y de que trataron los milagros de Cristo. Así que, por encima de todo, todos somos pecadores, todos estamos en decadencia, todos nos estamos muriendo. Y cada uno de estos milagros, ya sea que se tratara de una manifestación de sanidad o una señal o maravilla, era para mostrar Su poder sobre la naturaleza, “la supra natura”, sobre la naturaleza. Así que Cristo viene no sólo a sanar; Él podía haber abierto hospitales donde la gente podría haber venido y Él los tocara, pero ese no era el objetivo. La cuestión es la condición del pecado. Veamos a Pablo, por supuesto, es fácil ir a él, pues tenía una enfermedad que… no estamos seguros que era, Dios no lo ha relevado. Pero, Él le dice: “Bástate Mi gracia, ya que en tu debilidad mi poder se perfecciona”. Y lo que me gusta de la manera en que Pablo se acerca a todo el asunto es que, el hombre exterior se va desgastando, pero el hombre interior se renueva día a día. Así que, si mi fe está condicionada a la sanidad de Dios, o a un pecado no confesado que es confesado, tendríamos una serie de pasajes que nos causarían grandes problemas, especialmente con el apóstol Pablo. Tenemos a Esteban, que fue brutalmente apedreado y muerto. Podríamos mencionar también a un buen número de los santos.
Ankerberg: Sí, por ejemplo Timoteo, que tenía un problema con su estómago. Easley: Su estómago, por lo que hay enfermedades que no son curables. Así que….
Ankerberg: el compañero de Pablo, Trófimo, que lo dejó enfermo. Y Pablo, con todo su poder de sanación que Dios le había dado, no pudo hacer nada.
Easley: No lo pudo ayudar, Me encanta la historia en Juan 9, porque tienes a un hombre ciego de nacimiento que sirve estrictamente para una lección objetiva. Él no pide sanidad, él no exhibe ninguna fe, y la pregunta que los discípulos hacen es, “¿Quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” Porque el pensamiento de los rabinos era que se podía pecar en el útero. Y así, Jesús dice: “Ninguno de los dos, pero para que las obras de Dios se manifiesten en él”. Así que Jesús se arrodilla, hace una mezcla de saliva con barro, y la pone en sus ojos, y lo envía al pozo de Siloé. Esta es una gran historia de cómo esto ocurre. Pero más tarde, cuando Cristo se encuentra con él, dice: “¿Crees en el Hijo del hombre?” Y él dice, “¿Quién es, Señor, para que crea en él?” Así que este es un caso en el que este hombre no sabe quién es Cristo. No hay una fe que actué en esto. Todo lo que Él hace es lavarle los ojos. ¿Es eso un acto de fe? Él sólo se lava el barro de su cara. Y tenemos aquí, un milagro de creación que ha ocurrido: de ceguera congénita, a tener ojos nuevos.
Así que Cristo ciertamente tiene el poder de crear y sanar, pero ¿Es esa la razón por la que vino? Ahora, creo que esta es una de las ilustraciones por las que Cristo vino para resolver el problema del alcance de todo el pecado, el problema total de todas las enfermedades,
pues el hombre exterior se va desgastando, pero estamos siendo renovados día a día. Pero, sé que hay gente que no están de acuerdo en esto, pero no creo que los milagros dependen de la fe, ni dependen de un pecado no confesado, porque tenemos aquí a un hombre que no es consciente de ninguno de estos, pero, Cristo le sanó.
Ankerberg: Sí, podemos ver por ejemplo al apóstol Pablo sentado en la cárcel. Y una vez el mismo Señor se le apareció en la cárcel y le animó y le dijo: “¡Ánimo! Vas a testificar acerca de mí en Jerusalén, así también debes testificar en Roma”. El Señor le animó, y lo dejó en la cárcel, se quedó en la cárcel.
Easley: Sí, lo dejó en la cárcel.
Ankerberg: Él se quedó allí durante 24 meses más, ¿No?, antes de que pudiera salir. ¿Se olvidó Dios de él durante esos 24 meses? No, Él simplemente no respondió de la manera que nos gustaría pensar que lo haría. Tiene que haber algo más, que está pasando en todo esto.
Easley: Cierto, cierto, y me gusta la amonestación que Cristo hace a las multitudes, y Joni mencionó esto sobre Capernaum, pues los escribas y fariseos quieren que Él haga milagros para demostrar que es el Mesías. Y Él dice: “Generación maligna y adúltera que demanda señal, sin embargo, no se le dará ninguna señal, sino la señal de Jonás, el profeta”. Y por supuesto, Él está haciendo referencia, obviamente, a Su resurrección: la muerte, sepultura y resurrección. Pero si se viene a Él buscando una señal y un prodigio diciendo, “Si haces algo por mí, entonces tal vez crea en Ti,” ahora, esto es jugar con Dios. Decir que, si haces esto, entonces… Y Dios no obra de esa manera, pues Él es soberano. Por lo tanto, creo que tenemos que reconocer, y sé que muchas personas no están de acuerdo en esto, pero según tengo entendido en la Escritura, Sí, Él puede sanar, y hubo gente con el don de sanidad, pero, en mi opinión, ellos dejaron de ser según pasó el tiempo. Él sí sana. Cuando tuve mis cirugías, cuando tuviste tu bypass, tu cuerpo fue sanado. Los médicos no hicieron que sanara. Los médicos hicieron el daño a tu cuerpo. Así que es algo intrínseco… la forma en que estamos diseñados a Su imagen es como nosotros sanamos. Pero, creo que estamos yendo muy lejos cuando se dice que Él siempre sana en base a la cantidad de fe o sobre la base de que si confesamos todos nuestros pecados no confesados.
Ankerberg: Muy bien, Joni, volvamos contigo ahora, la pregunta es la siguiente: después de 45 años de estar en esa silla de ruedas y todo este dolor y todo ese sufrimiento, y has orado y has ido a reuniones de sanidad y todo eso, ¿Cuál es tu conclusión respecto a que si Dios tiene que sanar a todo aquel que pide con fe?
Tada: Cuando estaba en el hospital la gente me preguntaba: “¿Qué puedo leerte de las Escrituras? Yo siempre pedía que me leyeran a partir de Juan 5. “Y hay junto a la puerta de
las ovejas, un estanque que se llama Betesda. En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos”. Y la historia continúa describiendo cómo Jesús caminó entre los paralíticos y se encontró con un hombre que había permanecido allí durante 38 años, discapacitado. Y dice que cuando Jesús se enteró de que había estado en esta condición, “durante mucho tiempo”—Jesús pudo pensar que, ¡38 años en una silla de ruedas es mucho tiempo! Oh, Dios mío, esto me ánimo, pero entonces pregunté: “Jesús, Tú sanaste a este paralítico que estaba en su camilla. Por favor sáname. Ten la misma compasión conmigo que tuviste con él. ¡Oh Dios, sáname!”
Y tienes razón, John. Fui a varias reuniones de sanidad después de que salí del hospital, no sólo a Kathryn Kuhlman, pero a pequeñas iglesias episcopales que tenían por la noche del martes servicios de sanidad. Y asistía a esas reuniones, se me ungía con aceite, confesaba mis pecados, se me llevaba al frente y todo lo demás, seguía cada mandato de las Escrituras, pero Dios nunca me sanó.
Hace unos años mi esposo me llevó a Israel. Y, en mi silla de ruedas, íbamos por las calles y los pasillos de la antigua ciudad, y llegamos a la puerta de las Ovejas, hicimos un giro a la izquierda, y en mi silla de ruedas pasamos por la Iglesia de Santa Ana. Y luego, de repente,
¡Oh, Dios mío! Ken, mira esto, es el pozo de Betesda. Oh, Ken, solía venir aquí, solía venir aquí en la imaginación de mi mente. Me imaginé a mí misma en este lugar muchas veces cuando estaba hospitalizada, rogando a Dios que me sanara.
No había nadie alrededor, teníamos el lugar para nosotros solos. Todos los autobuses turísticos se habían ido, y fue un día de mucho polvo y el viento soplaba. E incliné mi codo en la barandilla de esas ruinas de esos pozos, y clamé, “¡Oh, Jesús! Tú has sido tan sabio en no darme una respuesta al pedirte por sanación física; pues lo que has hecho es mucho mayor. Me has dado un amor por la oración, me has dado una flamante esperanza sobre el cielo, me has dado una relación tan profunda con mi esposo, has fomentado en mí la sensibilidad para con las personas que sienten dolor. Has hecho que odie el pecado en mi vida. Y también, me has dado profundidad en Tu palabra, has hecho tantas cosas más de las que jamás había soñado. Hay mucho más en la vida que el poder caminar y estar libre de dolor o libre de cáncer o de tener uso de las manos, me has mostrado, Señor Dios, lo que es la verdadera sanidad. El permitió que fuera hasta el estanque de Betesda en Israel, para poder decirle que; poder decir a Jesús, gracias, porque un “no” a la petición de sanidad física, pues eso significó un “sí” a tantas, muchas otras cosas más grandes.
Ankerberg: No lo puedo creer – todas esas cosas que has hecho, has estado en los comités presidenciales de los Estados Unidos, has establecido 12 ministerios diferentes, que estás administrando. Es decir, yo no podría llevar ni tan solo uno de ellos desde esta silla y tú estás en una silla de ruedas y tienes todos estos ministerios. Has viajado a 48 países.
Tada: Estoy tan agradecida de haber formado parte del Comité Presidencial que redactó la primera Ley Estadounidense para los Discapacitados, y hay tantas otras cosas que podría decir, pero nada es más precioso que estar cerca de la cama de un tetrapléjico que está desolado en la vida y poder decir: “La esperanza es una cosa buena, quizá la mejor de todas, y nada bueno nunca muere. Así que, has de ocuparte por vivir u ocuparte por morir. Mejor, únete a mí, únete a mí, ¿quieres? Ocupémonos por vivir hoy mismo, hagámoslo por amor a Cristo y para el beneficio de los que nos rodean”. No puedo pensar en una mejor razón para vivir.
Ankerberg: Muy bien, amigos, la semana que viene vamos a preguntar a ellos, ¿Cómo guardarte para no entrar de nuevo en depresión; en desaliento cuando el dolor no se va, cuando nunca termina, cuando nunca se quita, cuando tu cuerpo se está deteriorando?
¿Qué hace Dios por ti? ¿Cómo sigues adelante día a día? Sé que muchos de ustedes que están escuchando, quieren saber las respuestas a estas preguntas. Así que espero que te unas a nosotros la próxima semana.