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El Consuelo de Dios para los que Cuidan Enfermos

Programa  2- Perseverando como Cuidador de un Enfermo

 Introducción

Locutor:

Hoy en El Programa de John Ankerberg

Ken Tada:

Hubo un momento, una noche en que tuve que sentarme a la orilla de la cama y simplemente decir a Joni, “Todavía te quiero, pero me siento atrapado por la discapacidad”.

Locutor:

¿Cómo Dios ayuda y anima a los que cuidan diariamente a sus seres queridos que están sufriendo?

Joni Eareckson Tada:

Vi su depresión quitarse, vi la niebla comenzar a desaparecer, vi un brillo en sus ojos, vi una sonrisa que venía del corazón, y me di cuenta que Ken pensó que yo era un, y cito “un precioso regalo” del que Dios le había hablado.

Dr. Michael Easley:

Así como Ken cuida de Joni, así como Cindy cuida por mí, y como tu cuidas de tu amigo o tu mamá o tu papá o tu hermana o tu hijo, este es un ministerio que no podemos hacer poniendo marcas de verificación de 1, 2, 3. Pero es un ministerio que Dios te ha dado, de cuidar a alguien que no puede cuidar de sí mismo. Es  precioso y grandioso para Él; y esto está motivando a otras personas al ver cómo Ken cuida de Joni, y cómo Cindy cuida por mí.

Locutor:

Mis invitados de hoy son el Dr. Michael Easley, Presidente Emérito del Instituto Bíblico Moody, y su esposa Cindy; así como Joni Eareckson Tada,  fundadora de “Joni y Sus Amigos”, y su esposo, Ken. Únete a esta edición especial del Programa de John Ankerberg.

*****

Ankerberg:

Bienvenido a nuestro programa, estamos hablando acerca de cuando estás cuidando a un ser querido, a lo mejor sea tu mamá, tu papá, tal vez sea tu esposo, tu esposa, a lo mejor un hijo discapacitado u alguien más. Y llevas haciendo eso ya por mucho tiempo, y estás involucrado en la rutina y en el ir y venir, y te preguntas qué ha pasado con tu vida, y está comenzando a afectarte, y a lo mejor te está deprimiendo. Vamos a hablar de todo eso. Tenemos con nosotros a cuidadores de personas que están pasando por el sufrimiento, y ellos han estado cuidando de ellos ya por mucho tiempo.  Y quiero que te hablen de todo lo que ellos han pasado y qué han aprendido del Señor y como el Señor les ha ayudado para que el Señor también pueda ayudarte. Y mis invitados son, como dije antes, el Dr. Michael Easley, Cindy Easley su esposa, y Ken Tada, Joni Eareckson Tada. Y vamos a ver sobre tu libro, Cindy, es un gran libro, Dancing With the One You Love (no está disponible en español).

En el prefacio del libro encontré estas palabras, palabras fascinantes, “Para Michael, gracias por tu amor sacrificial y por animarme a salir de mi lugar de refugio, te seguiré a donde sea”. Ahora, a dónde le has seguido es muy interesante. Aquí tenemos al presidente del Instituto Bíblico de Moody; él está dando charlas por todo el país; él sale en la radio; él da consejería a los estudiantes en el Instituto; él tiene a su cargo el Network de la Radio Moody. Todo esto, bien. Y luego llega su dolor, y te das cuenta que su dolor empeora. Bien, paremos aquí, cuando viste el dolor, cuando todavía era el presidente del Instituto Bíblico Moody, él está viajando. ¿Qué puedes decir de todo esto?  

C. Easley:

Bien, para comenzar, él vino a Instituto Moody ya con dolor de espalda, pero el ir y venir, y sus constantes viajes agravó ese dolor, y eventualmente; sabes, a través de todos estos años, por 10 a 12 años antes de eso, él ya había buscado diferentes maneras de aliviar su dolor, tanto por medio de cirugía y métodos no quirúrgicos, algunos de ellos eran increíblemente dolorosos por sí mismos, y cada vez que hacía algo, ya sea que fuera un procedimiento médico o quirúrgico, o que probara con una nueva medicina, sabes, siempre pensaba, “Señor, permite que esto sí lo alivie, que le quite el dolor”. Y fue hasta su última operación que cuando no le quitó su dolor, y esto fue después de Moody, que me di cuenta, ¿sabes qué? Esto es, esta es nuestra nueva vida, él dolor estará con él el resto de su vida.

Ankerberg:

Bien, Michael, para las personas que no saben que es lo que tú tienes, puedes describirlo en pocas palabras. Regreso ya mismo contigo sobre esto.

M. Easley:

Esto está bajo el paraguas llamado enfermedad degenerativa de disco, y prácticamente tu vértebra, tus discos, los nervios de transmisión en tu espalda, por varias razones están siendo presionados, irritados, por lo que hay mucho dolor al cual no pueden identificar. No como el de Joni, donde es solo dolor que no pueden detectar, por lo que tienes que aguantar con un dolor de disparo, intenso, grave, punzante casi los siete días de la semana.

Ankerberg:

Si, y en la escala del 1-10 ¿Cuál es tu nivel de dolor?

M. Easley:

Un seis o un siete, y si llego al, Joni y yo estábamos diciendo que si logras bajar del cinco es un día de victoria.

Pero, se ha de aprender a no perder los estribos, ser civilizado, y es por esto que siempre estás buscando maneras de manejar y tener el dolor un poco bajo control.

Ankerberg:

Muy bien, y como presidente del Instituto Moody, recuerdo haber comido contigo cuando el dolor era muy notable, y te dije, “Michael, no puedes seguir allí, no puedes seguir haciendo esto, no puedes seguir con el mismo horario, no sé cómo lo haces”. ¿Qué estabas diciendo en casa? 

C. Easley:

Bien, el cirujano estaba diciendo lo mismo. “Ya no puedes seguir haciendo esto, te está matando”. Me tomó un poco poder comprender esto, puesto que nos habíamos, sabes, mudado del norte de Virginia, de la zona del DC, a Chicago, y fue un paso bastante grande para nuestra familia, y es que fue, me costó salir, “y sabes que, no puedes hacer esto”. Seguía pensando, bueno, algo tiene que sanar esto, de seguro que Dios no nos va a traer aquí para tener que dejar esto rápidamente, cuando tienes tantas cosas que te gustaría lograr para Moody, no personalmente, pero maneras que él tiene ideas que pueden impactar a Moody para llevarlo a otro nivel, pero después de un poco llegó a ser claro en mí, sabes que, esto es de la carne.  

Ankerberg:

¿Cuándo cambió de rumbo?

C. Easley:

Creo que probablemente después de la cirugía, cuando tuvo su segunda cirugía, de hecho, en cada lugar que habíamos vivido, habíamos tenido una cirugía, así que le habíamos dicho que no podíamos movernos de nuevo, porque parecía que siempre tenía que probar el nuevo centro médico. Pero fue después de la segunda cirugía, o la primera en Chicago, que pensé, esta vez lo sanarán, y cuando no fue así, pensé, está claro, él no puede estar con este nivel de dolor y ser el presidente es esta institución.

Ankerberg:

Rápidamente, describe cómo cambió tu vida.

C. Easley:

Bueno, sabes, una de las cosas fue que Michael y yo tomamos la decisión de que yo tenía que comenzar a trabajar a tiempo completo. Yo había estado escribiendo y dando charlas y desarrollando este ministerio. Así que cambié a un nuevo ministerio el de Bienes y Raíces—que lo es en cada aspecto—pues nuestra preocupación estaba en que llegaría un punto en que él ya no podría trabajar, y necesitaba poder proveer para nuestra familia, Así que a esas alturas, esa fue una de las cosas que cambió. La otra cosa es que tenía que estar muy pendiente de su nivel de dolor, cuando Michael subía a la habitación por las noches sabía cómo estaba tan solo verlo, dos cosas, sus ojos y su cojear; si estaba cojeando, entonces sabía que tenía que hacerme a un lado y darle espacio. Y decía a nuestros hijos, “Papá no ha tenido un buen día, no es buen tiempo para que vayas a contarle tus problemas, démosle espacio para que pueda tratar con su dolor”. Pues no hay nada que podamos hacer, y eso fue quizás lo más difícil, me sentía tan inútil.  

Ankerberg:

De verdad, hay veces que el nivel de su dolor se eleva a un ocho o nueve, ¿Qué es lo que él hace?

C. Easley:

Se aparta, ya sea que se va al sótano o pone las noticias y se pone a ver las noticias, y puedo notar por su enfoque que está tratando con todo su ser sobrevivir ese momento. 

Ankerberg:

¿Cómo te sientes tú cuando él hace eso?

C. Easley:

Honestamente, aterrorizada; porque no hay nada que pueda hacer. Sabes, me siento tan mal; y le he dicho, “Desearía poder tomar tu dolor por un día o una semana o un mes”.

M. Easley:

¡Te lo doy, cambiemos!

C. Easley:

¡Sé que lo harías! Y yo lo tomaría con todo gusto y darte alivio. Él nunca logra tener alivio. Y lo que es tan difícil para nuestros hijos y para muchas personas es que a no ser que lo conozcas y puedas verlo en sus ojos y su cuerpo, sabes, él se ve completo y bien y guapo, por lo que las personas no pueden ver es que está con dolor. Lo sé pues él me lo dice, y lo veo cuando otras personas no lo ven. Y daría cualquier cosa para quitarle eso, aunque sea por un día.

Ankerberg:

Muy bien, un día él está sentado en el sofá contigo, y lágrimas le están saliendo. Nos puedes contar tú la historia, llévanos al momento cuando ella habla.  

M. Easley:

Fue antes de la primera operación, y estoy llorando como un bebe, con más dolor como el que nunca he tenido, y con todos los mejores medicamentos, y con sus efectos secundarios, y como Joni, hizo alusión, son dolores horribles. Y no sabía si podía continuar, no veía como podía seguir funcionando en la vida, y le hice una pregunta: ¿Cómo podemos seguir adelante? Y ella no recuerda esto, pero ella me dijo, y lo tengo bien grabado en la mente, ella dijo, “Todo lo que hago en mirar para atrás y Dios ha sido fiel hasta este día, ¿Por qué no iba a ser fiel en el futuro?” 

Ankerberg:

Y la razón por la que no recuerdas eso es porque esa es la manera en que siempre piensas. ¿No es verdad? En otras palabras, así es como piensas todo el tiempo. 

C. Easley:

Así es, cada vez que tengo dudas canto, “Grande es Tu fidelidad” a mí misma, sabes, que bellas palabras, “Grande es Tu fidelidad, Señor, mi Dios, no hay ni sombra de cambio en Ti. Tu nunca cambias, Tu compasión nunca falla”. La compasión de Dios está siempre allí para mí. “Así como siempre lo has hecho, Grande es Tu fidelidad, Grande es Tu fidelidad. Mañana a mañana nuevas misericordias puedo ver”. ¿Acaso eso no es verdad, por lo menos para mí?  Mi más grande temor, mis más grandes ansiedades, son siempre por la noche. “Mañana a mañana nuevas misericordias puedo ver, todo lo que he necesitado tu mano lo ha provisto”.  Eso es tan cierto en nuestras vidas, Nunca hemos necesitado ninguna cosa que Dios no haya proveído. “Grande es Tu fidelidad, Señor para mí”.

Ankerberg:

¿Qué les puedes decir a las personas que están en este período de “Cuanto va a durar esto” y no se mejoran? Él no está mejorando. ¿Cuál es tu consejo para las personas que se sienten de esa misma manera? ¿Cómo pueden seguir adelante? ¿Cómo ustedes logran tener gozo cada día?

C. Easley:

Honestamente, algunos días, no tenemos gozo, cuando tenemos gozo es porque estamos caminando íntimamente con Jesús. Esa es la única manera que puedes obtenerla. Para mí fue el aceptarlo, ya no fue el buscar por la siguiente cosa para sanarlo; fue el reconocer que esto era lo normal para nosotros, y que estaba bien, ¿Sabes qué?   No tienes que sentirte bien para estar bien, Por la compasión del Señor Dios; pues Él está conmigo cada paso en el camino; puesto que Él es fiel a mí y para Michael: estamos bien, estamos bien. Tengo la paz de Dios, tengo Su presencia, ¿Qué más puedo necesitar? 

Ankerberg:

Buenas palabras, estamos hablando con cuatro personas maravillosas, el Dr. Michael Easley y su esposa Cindy, Ken Tada y su querida esposa Joni Eareckson Tada.  Y Ken quiero que hablemos acerca de la rutina, los amigos que nos escuchan, quieren saber cómo haces para cuidar de Joni día tras día, tras día. Y Joni, ¿Qué haces para mantener el espíritu vivificado cuando estás teniendo esos dolores punzantes? Y vamos a hablar de la serie de problemas que llegan a ustedes, pues tienen que tratar con problemas que muy pocas personas experimentan. No obstante, el amor que se tienen, el amor que tienen para el Señor; pero todas estas cosas los estaban martillando al suelo, los estaban matando a ambos. Así que ambos estaban al borde de la depresión. ¿Dígannos por qué?, pues muchas personas en nuestra audiencia quieren saber por qué.

K. Tada:

Bien, John, creo que la rutina poco a poco comienza a radicarse, todos los días de la semana: Está el lavar y secar ropas, el alistar las cenas, todas esas cosas que había pensado, hasta cierto punto, que mi esposa haría. Ahora, yo era consciente de la discapacidad de Joni, pero aun así tenía eso en mi mente. El comprar los medicamentos, asegurarme que Joni tenía todo lo necesario. Y luego siempre estaba la rutina de todas las noches, estaban también las rutinas de ir al baño, para ser honesto. Además estaban los momentos por las noches de hacerla girar. Al principio, ese primer año, el hacerla girar, estaba bien, me podía acostumbrar a eso. Pero poco a poco se volvió desgastante. Es decir, tenía que levantarme muchas veces a media noche, hacer girar a Joni una vez, sabes, acomodar las almohadas, asegurarme que sus piernas estuvieran en la posición correcta. Pero el hacerlo dos veces, estaba bien, sabes, pero también tenía que alistarme para ir a la escuela en un par de horas. Así que me levantaba y luego trataba de dormir de nuevo. Y por último, sabes, llegó este tema del dolor que Joni desarrolló durante nuestro matrimonio, me encontraba haciendo esto cuatro, cinco, seis veces por la noche, y hasta cierto punto pensé, “ya no puedo hacer esto”. Esto es demasiado desgastador para mí, y estaba dañando nuestra relación.

Ankerberg:

¿Qué hiciste?

K. Tada:

Bueno, me tomé un tiempo, pedí ayuda, sabes, tengo que decirte, no podía hacer esto por mi propia cuenta. Tuve que pedir ayuda a otros y no me sentí mal por eso. Tenía que tener tiempo para mí, para poder salir y hacer ejercicio, sólo para tener un poco de tiempo, aparte de las rutinas diarias. Pasar tiempo con algunos amigos cercanos que me llaman todos los días para ver cómo estaba, un par de amigos que conozco, unos queridos hermanos en Cristo. Y lo más importante era conseguir acercarme a Cristo. Jesús vino a ser mucho más real para mí.

Ankerberg:

En tus devocionales, en algún lugar de ese periodo de tiempo, Dios comenzó a hablar contigo, ¿Qué te dijo? 

K. Tada:

Lo hizo, sabes, nunca he sido alguien que entienda lo que significa por lo que otras personas dicen, “Bien, escuche la voz de Dios”. Nunca escuche una voz audible, pero recuerdo una vez en un viaje de pesca. Cuando fui un hombre nos retó, él dijo, “ve y escucha la voz de Dios”. Y yo me fui, no te puedo decir exactamente dónde estaba, pero escuche por primera vez la voz de Dios que dijo, “Joni es el regalo más precioso que te he dado, cuida de ella”.

Ankerberg:

¿Qué pensaste? Es decir, tú ya estabas cuidando de ella.

K. Tada:

Bueno, en ese instante no entendía lo que quería decir, es decir, exactamente, “yo estoy cuidando de ella, Dios, ¿Qué más quieres que haga?” Fue hasta unos pocos años más tarde que finalmente todo tuvo sentido y pude entender.

Ankerberg:

¿Qué pasó?

K. Tada:

Bueno, eso fue cuando Joni fue diagnosticada con cáncer, sabes, hubo ese momento que me di cuenta de que puedo perder a mi mejor amiga. Y entonces, al mismo tiempo me di cuenta en ese momento, “Dios, de esto es lo que estabas hablando, sabes. ‘Joni es el regalo más precioso que te he dado, cuida de ella'”. 

Ankerberg:

Y eso te había impactado, Ken. Me refiero a que, de repente, cambiaste mucho. ¿Cuál fue el cambio que todo el mundo vio?

K. Tada:

Bueno, el cambio fue que yo iba a luchar por mi esposa. Si vamos a caminar por este camino del cáncer juntos, por este viaje, yo iba a ser su defensor, sabes, yo iba a ser el hombre que iba a estar allí para todas sus citas, ser capaz de, sabes, de hablar con los médicos, las enfermeras, el personal, quienquiera que fuera. Yo iba a estar allí y asegurarme de que las decisiones que se tomaran fueran hechas en el mejor interés para mi esposa. Y creo que para nosotros en ese momento, nos unió más, a Joni y mí. Ella se dio cuenta por primera vez que en realidad yo iba a luchar por ella.

Ankerberg:

¿Cuándo fue que te diste cuenta que algo estaba pasando?

J. Tada:

Vi su depresión desaparecer, vi la niebla comenzar a disiparse, vi el brillar de sus ojos, vi una sonrisa que salía desde el corazón, y podía ver que Ken, pensaba que yo era esa, y cito, “precioso regalo” del que Dios le había hablado, lo vi en su forma de actuar, simplemente, aun con mi dolor crónico, pues mi dolor persistía aún a través del cáncer, de alguna manera podía salir adelante con todo. Y veía a Ken, y creo que lo que pasó, desde mi perspectiva, creo que con absoluta desesperanza, de la perplejidad que Cindy estaba diciendo—de no  poder hacer nada, no ser capaz de ayudar, el no ser capaz de ayudar con la carga—vi que eso lo acercó a Jesucristo, y eso no está nada mal, cuando te acercas a Jesús diciendo: “No puedo hacer esto, no puedo seguir prestando estos cuidados. Oh, Dios mío, no puedo ayudar con esta parálisis”. Pero no te avergüences por eso. Pues puede ser la misma cosa que te lleve a los brazos del Salvador. Vi eso en Ken

Ankerberg:

Me encanta una historia que contaste en el libro, la estás llevando al aeropuerto. Esto es después de que el Señor te dijo, sabes, cuida de ella. Así que vas a cuidar de ella. Ella quiere ir en este viaje y están en la autopista en Los Ángeles, y tú frenas de repente y las maletas se cayeron y movieron su silla y su pierna quedó en un ángulo extraño y pensaste,  hombre, algo tiene que estar mal, a lo mejor se rompió algo. ¿Qué hiciste entonces?

K. Tada:

Bueno, en primer lugar, John, Joni nunca se sienta hacia al frente o para atrás  en la camioneta. Siempre la sentamos de lado, por si algo como esto podría suceder. Y esta vez, ella dijo, “Oh, Ken, quiero sentarme hacia adelante para poder mirar hacia fuera”. Yo le dije, “Joni, esa no es una buena idea”. Y no lo dije de buena manera. Así que pensé, tengo que ser menos drástico; Y dije, está bien, así que más o menos, sabes, cedí. Y así que la pusimos hacía delante en la parte de atrás de la camioneta. Y encontramos algo de tráfico y tuve que pisar los frenos a fondo. Y cuando de repente frené, el equipaje, como lo mencionaste, John, atrapó a Joni por atrás y volcó la silla de ruedas hacia adelante, y su pierna quedó atrapada debajo de la silla de ruedas.

Y nuestro amigo que estaba en la camioneta con nosotros dijo: “Oh, Ken, sabes, Joni se…” Bueno, dije en ese momento, no puedo hacer nada en este momento. Así que nos movimos a un lado de la autopista, reacomodamos a Joni, y Joni tiene una manera peculiar de mostrar que ella está con dolor, ella suda en la mitad de su cara. Y la  colocamos de nuevo en posición vertical y le  preguntamos, “Joni, ¿estás teniendo sudores?” Y ella dijo, no, así que le dije: “Joni, creo que deberíamos regresar a casa”. Y, sabes, sus responsabilidades en este particular viaje eran tales que, dijo, “No, creo que tengo que ir en este viaje”. Así que seguimos adelante hacia el  aeropuerto, y cuando llegamos al aeropuerto, sabes, le pregunté de nuevo, y ella dijo que no tenía ningún sudor. Así que ella subió al avión, y fue entonces cuando empezó a reaccionar.

Ankerberg:

Y te fuiste camino hacía Baltimore. Y estás volando a través del país y, de repente, estás ahí y te das cuenta que estás rompiendo en sudores, y tu pierna se está hinchando, y te das cuenta que estás en un gran problema. Ellos pusieron hielo en tu pierna. Llegas a Baltimore, y ¿A dónde te llevan?

J. Tada:

Bueno, quiero que nuestros amigos que están viendo, comprendan que Ken no estaba en ese viaje conmigo. Él me dejó en el aeropuerto, así que estoy en el avión yo sola con mi amiga. Y llamaron a emergencias del aeropuerto de Baltimore, y el Hospital General del Condado de Anne Arundel envió una ambulancia y me llevaron al hospital e hicieron una radiografía de mi pierna. Y, por seguro, estaba rota. Y eran como las 2:00 de la mañana cuando llegaron los resultados de la radiografía. Y recuerdo a la enfermera marcar el teléfono celular para que pudiera hablar con Ken. Yo quería hacérselo saber, y lo primero que me dijo fue: “me voy en el siguiente avión, ya mismo salgo, ya llego, Joni, para estar contigo mañana. “Le dije:” ¡Oh, no, Ken, está bien, no tienes que hacerlo! “Pero por dentro, esas fueron las palabras más dulces que escuche, que mi esposo quería estar conmigo, así que estoy diciendo: “¡Oh, no, no tienes que hacer todo ese esfuerzo”. Pero dentro de mí estoy diciendo, “Ven, ven”. Y fue la sensación más maravillosa de ver que él quería estar conmigo.

Ankerberg:

Y te viniste a través de todo el país, por lo sucedido, estuviste dispuesto a hacer eso y estar allí, y eso como que comenzó a unir ambos de sus corazones de nuevo, y Dios comenzó a obrar. Pero todavía tenían más malas noticias por venir, ¿No es así? Y ahí es donde vamos a ir la próxima semana. Michael, para las personas que están viviendo el “¿Cuánto va a durar esto?”, necesito que compartas en unos 45 segundos unas palabras de aliento desde las Escrituras para aquellas personas que están viviendo, los cuidadores que están en verdad sufriendo en estos momentos. Están cuidando de personas que aman, pero están en sus últimas.

M. Easley:

En 2 Corintios 1:3-7 Pablo hace esta maravillosa exposición de la aflicción y el consuelo. Y él va y viene, que la aflicción que estamos experimentando es para nuestro consuelo. Y pienso en el panorama general, ya sea que seas una persona soltera tratando con el dolor, o si alguien te está ayudando, o el cuidador, este es un gran pasaje para tu situación: que de alguna manera las aflicciones de la vida ministran a los demás de manera que no entendemos. Y como Ken cuida de Joni, como Cindy cuida por mí, y como tu cuidas de tu amigo o tu mamá o tu papá o tu hermana o tu hijo, existe un ministerio allí que no podemos marcarlo con un 1, 2, 3. Pero es un ministerio que Dios te ha dado de cuidar a alguien que no puede cuidarse a sí mismo. Y es precioso y poderoso delante de Él; y motivan a otras personas cuando ven cómo Ken cuida de Joni, cómo Cindy cuida por mí.

Ankerberg:

Amigos, no querrán perderte esto la próxima semana. Vamos a hablar de cómo llegar a la meta final. Mis invitados casi han muerto en un par de ocasiones, ¿verdad? Si eres un cuidador, ¿Qué está pensando el cuidador? “Voy a perder a mi mejor amigo”, “No sé si puedo vivir sin esta persona”, bien. Vamos a hablar sobre ello, ¿Cómo Dios te ayudó en ese momento? Y vamos a hablar con aquellos de ustedes que están en esa situación en este momento. Espero que te unas a nosotros la próxima semana.

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