JET-2-ES-articles-2

El Consuelo de Dios para los que Cuidan Enfermos

Programa  3- Enfrentando la Incertidumbre y la Angustia como Cuidador de un Enfermo

Introducción

Locutor:

Hoy en El Programa de John Ankerberg

Ken Tada:

Hubo un momento, una noche en que tuve que sentarme a la orilla de la cama y simplemente decir a Joni, “Todavía te quiero, pero me siento atrapado por la discapacidad”.

Locutor:

¿Cómo Dios ayuda y anima a los que cuidan diariamente a sus seres queridos que están sufriendo?

Joni Eareckson Tada:

Vi su depresión quitarse, vi la niebla comenzar a desaparecer, vi un brillo en sus ojos, vi una sonrisa que venía del corazón, y me di cuenta que Ken pensó que yo era un, y cito “un precioso regalo” del que Dios le había hablado.

Dr. Michael Easley

Así como Ken cuida de Joni, así como Cindy cuida por mí, y como tu cuidas de tu amigo o tu mamá o tu papá o tu hermana o tu hijo, este es un ministerio que no podemos hacer poniendo marcas de verificación de 1, 2, 3. Pero es un ministerio que Dios te ha dado, de cuidar a alguien que no puede cuidar de sí mismo. Es  precioso y grandioso para Él; y esto está motivando a otras personas al ver cómo Ken cuida de Joni, y cómo Cindy cuida de mí.

Locutor:

Mis invitados de hoy son el Dr. Michael Easley, Presidente Emérito del Instituto Bíblico Moody, y su esposa Cindy; así como Joni Eareckson Tada,  fundadora de “Joni y Sus Amigos”, y su esposo, Ken. Únete a esta edición especial de El Programa de John Ankerberg.

Dr. John Ankerberg:

Bienvenido a nuestro programa. Tenemos uno muy bueno para el día de hoy. Tenemos al Dr. Michael Easley y su esposa Cindy, y tenemos a Ken Tada y su esposa Joni Eareckson Tada. Y quiero comenzar con Ken y Joni hoy día. Miren esa cubierta. ¡Vaya! Que pareja más bonita. Bueno, bueno, y enamorados; y es así como ellos están. Te lo digo, que están enamorados, pero han tenido un difícil caminar. Ustedes han estado casados por ¿31 años?, algo así como…  31 años. Ella ha estado en esa silla de ruedas por 46 años. Ella ha mantenido un dolor agudo los últimos 12 años. En 2010 le diagnosticaron cáncer. La semana pasada nos quedamos contando a las personas el viaje a través del país con una pierna rota. Ken, tú no querías que fuera; pero ella se fue, porque tú no sabías como ella estaba, pero su pierna comenzó a inflamarse en el avión y tú llamaste desde Los Ángeles a Baltimore, y ¿Qué dijiste a esta mujer, pues su corazón se derritió con lo que dijiste?

K. Tada: Bueno, en primer lugar, quiero decir, que dije, “Joni, voy para allá ahora mismo”. Y ella estaba oponiéndose en ese momento, pero me di cuenta por la forma en que lo dijo que eso era exactamente lo que tenía que hacer. Y así que salí en un vuelo al día siguiente. Y eso puso todo sobre la mesa para nosotros, es decir, sabes, Joni, por primera vez vio que estaba haciendo lo que quería hacer, que quería estar allí para ayudarla. Yo me sentía tan mal por el hecho de que ella se quebró su pierna. Pero, creo que esto también nos preparó para cuando recibimos el diagnóstico del cáncer.

Ankerberg: Sí, estamos hablando a personas que se están acercando a la meta final, y ustedes han pensado estar en la meta final un par de veces. Hablemos un poco sobre esto. Cuando te enteraste que tenías este cáncer de mama, aquí se encontraron con otro golpe. En otras palabras, se pone peor, y peor, y peor, y peor. Pero Dios comienza a hablarte en tus devocionales, y Ken dice, ¿Qué?

K. Tada: Creo que lo que pasó, John, y si pudiera retroceder por un segundo para mencionar que Dios me había hablado años con anterioridad para decirme “Joni es el regalo más precioso que te he dado; cuida de ella”. Ahora, no fue una voz audible, pero era una voz, no obstante, que había oído en mi corazón. No lo entendía en ese momento, pero en el 2010, cuando Joni fue diagnosticada con cáncer, por fin lo entendí. Esto era para lo cual Jesús me estaba preparando. Recuerdo muy bien entrar al consultorio, y un amigo nuestro dijo, hay cierta desfiguración en uno de los senos de Joni, y entré y lo vi. No sabíamos lo que era, pero sabíamos que había algo allí, así que hicimos una cita para hacer una mamografía al día siguiente. Y cuando fuimos para la mamografía, sabes, una cosa que hemos aprendido en todo este viaje fue ir de prisa y esperar. Así que ellos no podían decir si era cáncer, pero querían hacer un ultrasonido. Así que dijeron en ese momento que fuéramos pensando en seguir adelante y ponernos en contacto con un cirujano oncológico. El cirujano no nos podía decir, pero dijo, que probablemente tenía que someterse a una operación, porque se ve sospechoso. Y así tuvimos la operación.

Y en todo este proceso Joni y yo nos dimos cuenta que Dios estaba obrando en nuestros corazones, así que todo se ralentizó, todo se detuvo; no más viajes, no más…, sólo era ella y yo y tuvimos unos momentos muy dulces hablando y conversando en el patio de casa, y darnos cuenta de que hay un cuadro más grande allá afuera. Y, sabes, todas esas pequeñas rencillas que teníamos, todas las pequeñas discusiones que podríamos haber tenido, vinieron a ser insignificantes porque teníamos una perspectiva más amplia.

Ankerberg: Háblanos del momento cuando supiste que tenías cáncer de mama. Tuviste una reacción diferente a nadie que yo conozca. Pensaste, “¡Qué bien, me voy de aquí!”

J. Tada: Bueno, quiero decir, John, siendo una paralítica, y después de 46 años de estar deseando el nuevo cuerpo glorificado en el cielo. Esto es algo bueno. Además, el tratar con el dolor crónico, todas esas cosas impulsaban mi corazón hacia el hogar celestial. El tener que luchar con el dolor diario hacía que todo fuese muy difícil, tener que despertar en la mañana y buscar la energía para pasar el día. Así que cuando me dieron el diagnóstico de que tenía cáncer, de etapa 3 del cáncer de mama, pensé, ¡Qué bien!, “Jesús, este es mi boleto al cielo”. Y cualquier depresión que pude haber tenido con anterioridad desapareció durante la noche, totalmente por la noche como un sonar de dedos.

Pero luego, cuando vi el aumento de la devoción de Ken para conmigo; porque una cosa es prestar cuidados por un sentido de deber u obligación. Sabes, si tienes que pagar a una enfermera tienes que hacerlo. Una cosa es dar cuidado porque tienes que honrar tus promesas matrimoniales. Sí, todas esas son buenas razones para dar atención, pero otra cosa muy diferente es cuando ves a la persona que te cuida acercarse a ti, no por un sentido del deber y obligación, sino porque quiere estar contigo; él quiere que estés bien; él quiere que tengas el mejor tratamiento médico; él quiere que el dolor se alivie. Y quiere tener el mejor cirujano para tu mastectomía. En sí, todas estas cosas. Pude ver en los ojos de Ken su devoción a mí principalmente debido a su creciente devoción a Jesucristo. Eso fue impactante.

Ankerberg: Sí, lo que más temes es iniciar con el tratamiento de quimioterapia. Y por lo general, cuando se te aplica la quimioterapia el sistema inmunológico se quebranta aún más. Ya estás débil, y el gran temor es si te da neumonía. Eres claustrofóbica y no puedes respirar.

Háblame sobre la noche, y quiero que nos hables de cómo él tiene que hacerte girar, y él te hace girar, pues no puedes respirar, y no logras hacer que la flema suba. Y luego quiero que hables de lo que oraste y lo que pasó.

J. Tada: Bueno, una cosa es ser un paralítico y estar acostado sobre su espalda tratando de conciliar el sueño, pero otra cosa es cuando tienes que lidiar con la flema y el líquido en tus pulmones gorgoteando en la garganta, es un sentimiento tan horrible que sientes que te ahogas, y no puedes sentarse, no puedes levantar la cabeza, estás sobre la cama. Y recuerdo, una noche, estaba muy cansada, la quimioterapia me había agotado, estaba tan cansada de tener náuseas y hacer frente a la parálisis y el dolor. Y yo dije: “Oh, Jesús, esta noche necesito algo de Ti. Necesito sentirte, verte, necesito saber que estás cerca”. Y al instante, debía de haber estado medio dormida, y de repente, me desperté del gorgoteo en la garganta, tuve que llamar a Ken para que viniera ayudarme a sentarme en la cama y expulsar la flema. Y según él está en mi cama, y con la media luz de la lámpara de noche, me miró directamente a los ojos y, “Oh mí, oh mi Dios. Tú eres Él”.  Él dijo: “Yo soy quién?” Le dije: “Tú eres Él, tú eres Jesús”. Y fue la más grande revelación, que mi esposo iba a ser mi salvador en ese momento. Él era mi rescatador, mi libertador; él era el embajador de Cristo en el mejor sentido de la palabra. Y fue una sensación gloriosa.

Ankerberg: Ella te dijo esto después. ¿Qué pensaste?

K. Tada: Humildad, es de mucha humildad cuando tu esposa piensa que eres el representante de Jesús. Pero, sabes, esa fue una de esas oportunidades que he tenido para demostrar mi amor por Cristo a través de mi amor por Joni.

Ankerberg: Esa noche, estuviste muy temeroso de que ibas a perderla. 

K. Tada: Bueno, todavía no estábamos seguros de lo mucho que este tipo de cáncer iba afectar a Joni y dónde iba a… Quiero decir, no había seguridad en ese momento que los tratamientos de quimioterapia iban a eliminar el cáncer de etapa 3 con el que la diagnosticaron. Ya sabíamos que la neumonía es una de las principales causas de muerte para los tetrapléjicos. Y, como dijo Joni, sabes, llega un punto donde sientes claustrofobia. Por eso, hacer que respirara y continuar ayudándole a respirar era una parte muy importante de todo este proceso. Así pues, sabes,  había escuchado a Jesús decirme antes de todo esto, y que recordé más adelante, diciéndome a mí, personalmente, sabes, “Cualquier cosa que ella pida, ve y hazlo”. Así que, yo había determinado que cuando ella me llamara para hacerla girar, que en ese momento en particular, que cualquier cosa que me pidiera, yo iba a hacerlo. Y fue un momento muy tierno para los dos. Para ella, para Joni, me vio como Jesús. Para mí, ser capaz de sentir como si estuviera haciendo lo que Jesús quería que hiciera.

Ankerberg: Quiero parar aquí. Y, Joni, quiero que digas una palabra para los que están enfermos, y que tienen a alguien como Ken o alguien que está cuidando de ellos, ¿Por qué han de agradecerles constantemente?

J. Tada: Bueno, a Dios le agrada un espíritu agradecido. Le encanta ver a Su pueblo dar gracias y reconocer las muchas inversiones que otros hacen en sus vidas. Y creo que una de las cosas más importantes que debo hacer para Ken cada día es darle las gracias. Darle las gracias, no con palabras dulces o palabras de halago; un halago vacío. Estoy hablando de un agradecimiento sincero, reconocer los sacrificios que él hace, darle las gracias. Él hace la cena; y, quiero decirles, que estás son unas cenas muy bellas que mi esposo hace, y, claro que sí, me voy a asegurar de aplaudirle por eso “Mira el color en este plato, Ken, eres maravilloso. ¿Cómo hiciste esto?” Es decir, en las cosas simples, son pequeñas formas de afirmar constantemente las inversiones que tu pareja hace en tu vida, esto es una maravillosa manera de fortalecer los lazos que los unen.

Ankerberg: Háblanos de cuando ustedes empezaron a leer la Biblia juntos.

J. Tada: Bueno, fue cuando empezamos a sentir que la  depresión se estaba quitando, y empezamos a experimentar intimidad, esto fue alrededor del año 2003 o 2004; No sé cuándo Dios le dio esa palabra a Ken, “Joni es el regalo más preciado en tu vida”. Jesús vino a ser algo muy valioso para nosotros y queríamos alimentar eso, que creciera, fomentarlo, cuidar de, hacer todo lo posible para regar eso y labrar esa tierra. Y así fue que comenzamos a leer la Biblia juntos en un año. Ahora es nuestro octavo año, creo yo, de hacer esto. Y nos ha acercado mucho a estar juntos, y nos acerca también al Señor Jesús. Debo decir que hubo una vez hacia el final de mi quimioterapia, Ken me conducía por la autopista 101, y estaba sentada en la parte de atrás, atada a mi silla de ruedas, mirándolo por el espejo retrovisor. Y empezamos a hablar de cómo el sufrimiento es como pequeñas salpicaduras del infierno; salpicaduras del infierno que te hacen despertar y hacerte pensar sobre Cristo, de lo que Cristo en última instancia, te ha librado. Y recuerdo que llegamos hasta nuestro garaje, ¿recuerdas? Y apagaste el motor y ¿Qué dijiste, mirándome por el espejo retrovisor?

K. Tada: Bueno, yo dije, “Joni, si los sufrimientos son salpicaduras del infierno, ¿Cuáles son las salpicaduras del cielo?”

J. Tada: Y empezamos a hablar de eso. Y decidimos que las salpicaduras del cielo no eran días en que ya no hay cáncer, cuando todos los suministros médicos están pagados, cuando las cosas son fáciles, en bien estar o cuando no hay dolor crónico. Las salpicaduras del cielo son encontrar a Jesús en tu infierno; pues encontrar a Jesús en medio de circunstancias infernales es tan dulce. Él se revela de manera tierna, porque es la crucifixión de tu propio orgullo, deseos, ansiedades, rendirte frente a Él, y eso es celestial.

Ankerberg: Al pensar en ello, te estás acercando al final, sabes, estás más allá de los límites con respeto a tu tetraplejia.

J. Tada: Lo sé.

Ankerberg: Pero, te ves muy fuerte todavía, te ves muy bien. Pero, ¿Cómo apaciguar tu mente para este próximo evento, el irte a casa para estar con el Señor?

J. Tada: Ken y yo a menudo hablamos de esto, y cito, “Enfocándonos en el cuadro grande”. A veces, con las rutinas del día a día te encierras en ti mismo, y escondes en tu interior todo, y todo se vuelve pequeño, estrecho y pequeño, y tu perspectiva se encoge, y tu mundo llega a ser  infinitamente pequeño. Y, como Cindy dijo anteriormente, tienes que respirar profundamente, abrir las persianas y dejar entrar la luz del cielo para poder ver el cuadro grande. ¿Adónde va todo esto? ¿Adónde vamos a ir a parar? ¿Para qué es todo esto? ¿Por qué tanto sufrimiento? Hay una razón, hay un propósito, no todo es en vano. Dios nunca quiso que sufriéramos por nada. Así que nos enfocamos en el cuadro grande, Ken y yo en medio de estas horribles rutinas, el pedido de suministros médicos, ir al mercado de Gelson, recoger esto, recoger aquello, reparar el pinchazo en mi silla de ruedas, cargar las baterías; es decir, tenemos que parar y pensar que nuestra respuesta piadosa a toda prueba, cada dificultad, está ganando para nosotros una recompensa eterna que supera con creces los inconvenientes de las rutinas del día a día y la discapacidad. Y para eso si vale la pena vivir.

Ankerberg: Estupendo, Cindy, algunos cónyuges han perdido a la única persona que han estado cuidando, y están muy solos, se sienten muy mal, no pueden reemplazar a esa persona; no pueden reemplazar a la esposa, nadie está a la altura de lo que tenían y están simplemente solos. ¿Cuál es tu consejo para esas personas? 

C. Easley: Bien, la primera cosa que diría es que tienes que sentir tu dolor, es un proceso por el cual tienes que pasar, pues creo que cuando tratamos de poner el dolor a un lado, nos hacemos más daño que bien. Dos de las etapas del dolor son la depresión y el enojo. Me gusta ir a los Salmos, me gusta ver lo que David ha escrito. Vaya, que hombre, él tenía toda clase de emisiones. El tomaba todo muy serio, y lo llevaba todo de regreso a Dios, a veces, pienso que sentimos temor decir a Dios que estamos enojados o que nos sentimos deprimidos o que nos sentimos solos. Él ya lo sabe. Es decir, no es que estemos escondiendo algo de Él. Aquí está lo que me gusta, en cada Salmo que David está tratando algo con Dios, cuando ve las cosas como injustas, cada uno de ellos termina en: “Pero en Ti, oh Señor, confiaré, a Ti invocaré”.  Y sabes, en Filipenses 4 se nos dice que podemos tener la paz que sobrepasa todo entendimiento, pero esto es solo cuando vamos a Dios con nuestras oraciones y súplicas. Así que, creo que esto es lo primero. Tenemos que ir a Dios y decirle como nos sentimos, y permitir que Dios obre en nosotros. 

C. Easley: Bueno, lo primero que tengo que decir es que tienes que pasar por tu duelo, es un proceso que tienes que pasar. Por lo que creo que cuando tratamos de echar al dolor a un lado nos hacemos a nosotros mismos más daño que bien. Dos de las etapas de duelo son la depresión y el enojo. Y puedo decir que han de pasar por la depresión, y sentir ese enojo. Me gusta ir a los Salmos, me gusta ver lo que David ha escrito, porque David, ¡vaya! Ese joven, lleno de tantas emociones. Él sentía todo agudamente, y se lo daba todo de nuevo a Dios. Y muchas veces pienso que tenemos miedo de decirle a Dios que estamos enojados o que estamos deprimidos o que estamos solos. Él lo sabe, es decir, no es como que estamos ocultando algo de Él. Pero esto es lo que me gusta, en cada salmo de David a veces  él se está encarrilando contra Dios, al verlo como injusto, en cada uno de ellos termina “Mas en Ti, ¡oh! Señor, confiaré. A Ti, Señor, clamaré.” Y, ya conoces, Filipenses 4 que nos dice que podemos tener esa paz que sobrepasa todo entendimiento, pero sólo cuando vamos a Dios con nuestras oraciones y súplicas. Y creo que es lo primero que tenemos que hacer. Tenemos que ir a Dios y decirle cómo nos sentimos, y dejar que Él obre el proceso dentro de nosotros. 

Y la segunda cosa es, y tan difícil como sea, tienes que salir de tu casa, planea reunirte con una amiga para almorzar y oblígate a ir. No querrás ir, pues, quieres seguir viviendo con tu dolor, tienes que salir, salir de tu dolor. Ayuda a la vida de otra persona, ofrécete como voluntaria, busca por alguien en tu vecindario o en tu iglesia que necesita ayuda, tienes que hacer algo que te lleve más allá de ti mismo y buscar suplir las necesidades de otros.  

Ankerberg: Sí, recuerdo haber leído a unos psicólogos hablar sobre la muerte y decir que cuando haces duelo esto no es un problema de inteligencia. Cuando pierdes a un cónyuge, no es hasta unos 24 meses después que empiezas a sentir volver a la normalidad. Tal vez más tiempo.

C. Easley: Es correcto, y te afecta físicamente también, sabes, es posible que te enfermes más a menudo. Pues abarca todo tu ser.

Ankerberg: Sí, Michael, estamos hablando de llegar a la meta final, hay mucho sufrimiento y dolor, pero ahora por fin has llegado al final, y estás a punto de morir, bien. Vayamos a la habitación donde está la persona enferma, están muriendo, tal vez esta semana, pueda ser dentro de un par de meses, puede ser dentro de dos años, hablamos de una muerte cercana. Y por alguna razón, toda la familia está ahí, y están todos juntos, y vas a decir algo a ellos. Y la persona quiere saber, ¿cómo puede estar seguro de Jesús? ¿Cómo puedo saber que Él ha perdonado mis pecados? ¿Cómo puedo saber que cuando muera, cuando cierre los ojos en esta vida, voy a abrirlos en el cielo?

M. Easley: Pablo nos dice: “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna”. Y, John, vemos cruces con tanta frecuencia al lado de la carretera, una gran cruz y otras dos cruces en cada lado. Yo crecí como un Romano católico, estaba muy familiarizado con esa escena. Y me resultaba sorprendente que un hombre le dice a Cristo cuando se está muriendo, y parafraseo “Si Tú eres el Hijo del hombre, haz algo”. “Bájate y bájanos de esta cruz”. El otro hombre lo reprende y le dice: “Déjalo en paz; Él por su parte no ha hecho nada malo, nosotros nos merecemos este  castigo”. Y luego le habla a Cristo, “¿Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino?” Y esas dos caras de la cruz representan a toda la humanidad. Ya sea que sacudamos nuestros puños  diciendo: “Dios ¿dónde estás? ¿Por qué soy un paralítico? ¿Por qué estoy viviendo con este dolor crónico? ¿Por qué he enterrado a mi amigo, mi esposo, mi esposa, mi hijo?” Estamos exigiendo de Dios. Y el otro dice: “¿Acuérdate de mí?” Y las palabras de Cristo a él son, “Hoy, hoy estarás conmigo en el paraíso”. ¿Qué hizo él? Él confió en Cristo. Él confió en Su palabra.

Y esto nos da la oportunidad de decir, ¿Cuál de estas personas voy a ser? Exigir de Dios, ¿Por qué la vida es injusta? O ¿buscar la misericordia de Dios? Y la oferta es universal. Todo aquel que crea en Él—Él vivió, murió, fue sepultado, Él regresó de entre los muertos—y cualquier y todo aquel que ponga su confianza en Cristo y Cristo solamente se le concede vida eterna con Él en Su reino para siempre. No más tetrapléjicos, no más dolor de espalda, no más cáncer, no más mesotelioma, no más ALS, no más Alzheimer, demencia, no más soledad. Y es eterna, no más esta niebla de vida en que existimos.

Ankerberg: Quiero que guíes a la audiencia en una oración, bien, pues ellos han de orar y hablar con el Señor, pero muchos de ellos dicen, Michael, nunca he orado. Guíalos en una oración.

M. Easley: Sabes una oración nunca es, no es una varita mágica que hemos de frotar o agitar. Es hablar con Dios, algo así como estas palabras: “Padre, en el cielo, me doy cuenta de que soy un pecador, me doy cuenta de que no hay nada que pueda hacer para ganar Tu atención o Tu favor. Pero ahora, por primera vez, tal vez he entendido lo que has hecho por mí, que Cristo me amó, Él vivió, murió, fue sepultado para confirmar Su muerte, y Él regresó de entre los muertos. Y cualquiera y todo aquel que ponga su confianza en Cristo y solamente en Cristo para la salvación se le garantiza la vida eterna. Así, Padre, a ser posible en este momento, pongo mi confianza en Jesucristo; No en lo que he hecho, pero en lo que Tú has hecho. Creo, deposito mi fe, y acepto el regalo de vida eterna. Gracias por perdonar mis pecados y concederme los derechos a ser un heredero del reino de Dios para siempre. Amén”.

Ankerberg: Amigos, si usted hizo esa oración, recuerde, la Biblia promete en Romanos 10:13 “Todo aquel [eso quiere decir usted] que invoque el nombre del Señor [con todo tu corazón; si usted oró sinceramente esa oración a Dios, Él escuchó esa oración, y Él dice], será salvo”. Eso es lo que Él hizo por ti, eso es lo que Él hizo por mí.

Quiero dar las gracias a todos ustedes por haber venido. Ustedes que están viendo, si tuvieras que pedirle a alguien que vuele desde California que es tetrapléjico y con un dolor agudo todo el tiempo; ella es muy especial para mí, gracias por venir. Y, Ken, que pudieras venir, y compartir abiertamente con todos nosotros. En verdad les amo. Y, Michael, lo mismo; estar sentado ahí con ese dolor y poder hablar a nosotros de manera tan brillante; y, Cindy, por venir y permitir hacerte estas preguntas y poder conectar con tus experiencias. Muchas gracias.Amigos, sus libros son: El Amor de Joni: Una Historia de Amor Jamás Contada; y Dancing With the One You Love (no está disponible en español), por Cindy Easley. Espero que obtengas estos libros.

Artículos Recientes