
LA SALVACIÓN: LA GLORIA DEL EVANGELIO
El Dr. Barber enseña de Efesios 1 para explicar lo que caracteriza la fe verdadera. Explica, por ejemplo, que la fe verdadera es creerle a Dios y confiar en Él sin importar lo que Él haga.
La salvación no se consigue por la rectitud personal, ni por las buenas obras que uno haga a Dios, a la Iglesia o a la gente en general. No es algo que uno pueda ganarse, por mucho que se esfuerce. La salvación no consiste en eliminar la ignorancia de la supuesta naturaleza divina de uno, ni en la iluminación humana en un sentido general, ni en el progreso de la evolución humana. Bíblicamente, la salvación es de una cosa y sólo de una cosa: el pecado. La salvación sólo se produce cuando el pecado de una persona es perdonado por Dios.
Para merecer la entrada en el cielo, humanamente hablando, hay que estar libre de pecado, lo que significa que habría que cumplir la Ley a la perfección, sin un solo fallo. Sin embargo, como todos los hombres y mujeres han heredado el pecado de Adán y tienen una naturaleza pecaminosa, nunca podrán guardar la Ley perfectamente para merecer la entrada en el cielo:
Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia. Todos nos marchitamos como hojas; nuestras iniquidades nos arrastran como el viento. (Isaías 64:6)
Porque les digo a ustedes que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley. (Mateo 5:20)
Porque el que cumple con toda la ley, pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda. (Santiago 2:10)
Todos los que viven por las obras que demanda la ley están bajo maldición, porque está escrito: “Maldito sea quien no practique fielmente todo lo que está escrito en el libro de la ley”. (Gálatas 3:10)
El problema es que nadie puede cumplir la Ley a la perfección debido a la tendencia heredada al pecado y a la elección voluntaria de pecar. Por lo tanto, todos somos culpables ante Dios y somos impotentes para salvarnos a nosotros mismos.
A la verdad, como éramos incapaces de salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por los malvados. (Romanos 5:6)
En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana. (Romanos 8:3)
Por lo tanto, debido a que somos incapaces de guardar la Ley, la salvación por ese medio debe ser considerada imposible. Las siguientes escrituras prueban esto más allá de toda discusión y revelan que todas las religiones que enseñan la salvación por la ley o las obras están equivocadas.
Impotencia para salvar
La Ley, las buenas obras y la justicia personal son impotentes para salvar a las personas.
Si se hubiera promulgado una ley capaz de dar vida, entonces sí que la justicia se basaría en la ley. (Gálatas 3:21)
No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano. (Gálatas 2:21)
Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige. (Romanos 3:28)
Sin embargo, al que no trabaja, sino que cree en el que justifica al malvado, se le toma en cuenta la fe como justicia. David dice lo mismo cuando habla de la dicha de aquel a quien Dios le atribuye justicia sin la mediación de las obras: “¡Dichosos aquellos a quienes se les perdonan las transgresiones y se les cubren los pecados ¡Dichoso aquel cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta!” (Romanos 4:5-8)
Nosotros…Sin embargo, al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley, sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él y no por las obras de la ley; porque por estas nadie será justificado. (Gálatas 2:15-16)
Todos los que viven por las obras que demanda la ley están bajo maldición, porque está escrito: “Maldito sea quien no practique fielmente todo lo que está escrito en el libro de la ley”. Ahora bien, es evidente que por la ley nadie es justificado delante de Dios, porque “el justo vivirá por la fe”. La ley no se basa en la fe; por el contrario, “quien practique estas cosas vivirá por ellas”. Cristo nos rescató de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros, pues está escrito: “Maldito todo el que es colgado de un madero”. (Gálatas 3:10-13)
“¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige?” —le preguntaron. “Esta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien Él envió” — les respondió Jesús. (Juan 6:28-29)
Entonces, ¿por qué tratan ahora de provocar a Dios poniendo sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido soportar? ¡No puede ser! Más bien, como ellos, creemos que somos salvos por la gracia de nuestro Señor Jesús. (Hechos 15:10-11)
La salvación: Sólo por fe
Si la salvación no viene por obras, la salvación debe venir sólo por la fe. Esta es una de las razones por las que las Escrituras declaran que nuestra fe es más preciosa que el oro (1 Pedro 1:7). Considere lo siguiente:
Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. (Juan 1:12)
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16)
De Él [Jesús] dan testimonio todos los profetas, que todo el que cree en Él recibe, por medio de su nombre, el perdón de los pecados. (Hechos 10:43)
No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe. (Filipenses 3:9)
De hecho, en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin, tal como está escrito: “El justo vivirá por la fe”. (Romanos 1:17)
Sin fe es imposible agradar a Dios. (Hebreos 11:6)
Yo soy la luz que ha venido al mundo, para que todo el que crea en mí no viva en tinieblas. (Juan 12:46)
Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. (Romanos 3:22)
De hecho, Cristo es el fin de la ley, para que todo el que cree reciba la justicia. (Romanos 10:4)
Salvación: Don gratuito
La salvación es, pues, un don gratuito de la gracia de Dios.
Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. (Efesios 2:8-9)
Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Romanos 6:23)
La vida eterna no puede ser ganada por obras subsecuentes y justicia personal si la vida eterna es recibida en el punto de fe.
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; (Juan 3:36)
Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. (Juan 5:24)
Ciertamente les aseguro que el que cree tiene vida eterna. (Juan 6:47)
Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna. (1 Juan 5:13)
El perdón de los pecados
El perdón de los pecados por la gracia de Dios y la expiación de Cristo
La muerte de Jesucristo en la Cruz no fue meramente ética, un ejemplo de sacrificio para mostrarnos que debemos vivir bien cueste lo que cueste. No fue para ilustrar la contaminación de la materialidad (evitar el “mal” del mundo material) u otros supuestos problemas humanos. La muerte de Cristo no abrió una puerta inevitable al cielo o a la otra vida, o a múltiples vidas; ni infundió el “deseo sobre la tierra” (Rosacruz) de Su cuerpo con benevolencia divina hacia todas las personas. La gracia de Dios nunca es el medio de Dios para permitirnos ganar nuestra propia salvación mediante el esfuerzo, como enseña el mormonismo, ni es la aceptación incondicional de Dios de todos, aparte de Cristo, como enseña el universalismo.
Como medio de salvación, la gracia de Dios se ejemplifica más claramente en la muerte de Cristo por nuestros pecados. Así, la Biblia deja claro que la salvación sólo es posible gracias a la expiación de Cristo. La salvación es posible gracias al acto divino de gracia en el que Dios acepta la ofrenda de Jesús como sustituto del castigo por el pecado que nos correspondía a cada uno de nosotros. Considere lo siguiente:
Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. (Juan 10:11)
Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados. (Mateo 26:28)
Esto es lo que está escrito —les explicó—: que el Cristo padecerá y resucitará al tercer día, y en su nombre se predicarán el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. (Lucas 24:46-47)
Así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. (Mateo 20:28)
Dios… [envió] a su propio Hijo… para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. (Romanos 8:3)
Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia… De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús. (Romanos 3:23-26)
Sin embargo, vemos a Jesús,…padecido la muerte. Así, por la gracia de Dios, la muerte que Él sufrió resulta en beneficio de todos. (Hebreos 2:9)
¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! (Juan 1:29)
Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras. (1 Corintios 15:3)
En Él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia. (Efesios 1:7)
Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. (1 Pedro 2:24)
Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. (Romanos 5:8)
Ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo. (Hebreos 9:26)
Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo. (1 Juan 2:2)
Pero ustedes saben que Jesucristo se manifestó para quitar nuestros pecados. Y él no tiene pecado. (1 Juan 3:5)
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados. (1 Juan 4:10)
Como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre. (Hechos 20:28)
Pero este sacerdote [Jesús], después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios,…Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando…Después añade: “Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades”. Y, cuando estos han sido perdonados, ya no hace falta otro sacrificio por el pecado. (Hebreos 10:10-18)
Como bien saben,…El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo. (1 Pedro 1:18-19)