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Yahvéh-Shammah – El Señor está Presente

Dios fue increíblemente misericordioso con los israelitas al darles a conocer su presencia. Algunos ejemplos conocidos son las columnas de nube y fuego con las que los condujo fuera de Egipto y a través del desierto (Éxodo 13). Cuando se le apareció a Moisés en el monte Sinaí, leemos que “la gloria del SEÑOR [YHWH] se posó sobre el Sinaí. Seis días la nube cubrió el monte. Al séptimo día, desde el interior de la nube el SEÑOR [YHWH] llamó a Moisés” (Éxodo 24:16).

Luego, una vez completado el tabernáculo, leemos, 

“En ese instante la nube cubrió la Tienda de reunión, y la gloria del SEÑOR [YHWH] llenó el santuario.  Moisés no podía entrar en la Tienda de reunión porque la nube se había posado en ella y la gloria del SEÑOR [YHWH] llenaba el santuario”.

“Siempre que la nube se levantaba y se apartaba del santuario, los israelitas levantaban campamento y se ponían en marcha. Si la nube no se levantaba, ellos no se ponían en marcha. Durante todas las marchas de los israelitas, la nube del SEÑOR [YHWH] reposaba sobre el santuario durante el día, pero durante la noche había fuego en la nube, a la vista de todo el pueblo de Israel” (Éxodo 40:34-38).

En 2 Crónicas aprendemos lo que sucedió cuando se dedicó el templo de Salomón.

“Cuando Salomón terminó de orar, descendió fuego del cielo y consumió el holocausto y los sacrificios, y la gloria del SEÑOR [YHWH] llenó el templo. Tan lleno de su gloria estaba el templo que los sacerdotes no podían entrar en él. Al ver los israelitas que el fuego descendía y que la gloria del SEÑOR [YHWH] se posaba sobre el templo, cayeron de rodillas y, postrándose rostro en tierra, alabaron al SEÑOR [YHWH] diciendo: ‘Él es bueno; su gran amor perdura para siempre’”(2 Crónicas 7:1-3).

No cabe duda de que los israelitas identificaron estas muestras de fuego y nubes como signos visibles de la presencia de Dios. Cuando veían esas señales, sabían que Dios estaba con ellos. Cuando estaban ausentes, dudaban. 

Pero llegó un momento, cuando vimos a Yahvéh-Mekaddesh, en que el flagrante desprecio de los israelitas por las leyes de Dios hizo que Él retirara esas señales visibles de Su presencia. Su gloria abandonó el templo [Ezequiel 10]. Pocos años después, el templo mismo—la morada de Dios entre su pueblo—fue destruido. Al parecer, Dios los había abandonado por completo.

Pero conocemos el resto de la historia, como diría Paul Harvey. Tenemos una visión de eso en Isaías 7 donde leemos, “Por eso, el Señor mismo [Adonai] les dará una señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel” (Isaías 7:14).

¿Y qué significa Emanuel? Mateo nos lo cuenta: “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: ‘La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel’ (que significa ‘Dios con nosotros’)” (Mateo 1:22-23).

Dios con nosotros. Dios mismo vino a la tierra, nació de una virgen y caminó entre nosotros durante varios años. Casi al final de su vida, cuando estaba a punto de regresar al cielo, prometió “otro Consolador”, el Espíritu Santo—Dios, que seguiría habitando entre nosotros y dentro de nosotros durante el resto de nuestras vidas [Juan 14:16; 1 Corintios 6:19]. Dios con nosotros.

Pero también nos dio otras promesas. Siéntate y lee el Salmo 139 para ver en qué parte de tu vida se involucra Dios. No puedes sentarte, pararte, caminar, correr, comer, dormir, preocuparte, pensar o soñar sin que Él esté ahí y sea consciente. Lejos de tener un cuerpo que fue “asignado al azar al nacer”, leemos que “me formaste en el vientre de mi madre” y “¡Tus obras son maravillosas!” (Salmo 139:13-14).

La gran palabra teológica que describe esto es omnipresencia: Dios está presente en todas partes. No puedes escapar de Él. Y eso es algo bueno.

  • “‘¿Sólo soy un Dios [Elohim] cercano’, declara el SEÑOR [YHWH], ‘y no un Dios [Elohim] lejano? ¿Quién puede esconderse en lugares secretos para que yo no los vea?’ declara el SEÑOR [YHWH]. ¿No lleno yo los cielos y la tierra?’ declara el SEÑOR [YHWH]” (Jeremías 23:23-24).
  • “¿Soy acaso Dios [Elohim] solo de cerca? ¿No soy Dios [Elohim] también de lejos? —afirma el SEÑOR [YHWH]. ¿Podrá el hombre hallar un escondite donde yo no pueda encontrarlo?—afirma el SEÑOR [YHWH]—. ¿Acaso no soy yo el que llena los cielos y la tierra?—afirma el SEÑOR [YHWH]” (Jeremías 23:23-24).
  • “Porque esto es lo que dice el alto y exaltado, el que vive para siempre, cuyo nombre es santo: ‘Yo vivo en un lugar alto y santo, pero también con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y reanimar el corazón de los contritos’” (Isaías 57:15).
  • “Porque lo dice el excelso y sublime, el que vive para siempre, cuyo nombre es santo: ‘Yo habito en un lugar santo y sublime, pero también con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y alentar el corazón de los quebrantados’” (Isaías 57:15).

Pero las promesas de Yahvéh-Shammah no se detienen ahí. Considera estos versículos:

  • “Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el SEÑOR [YHWH] tu Dios [Elohim] te acompañará dondequiera que vayas”  (Josué 1:9).
  • “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios [Elohim]; te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi justa diestra victoriosa” (Isaías 41:10).
  • “Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8:38-39).

En última instancia, tenemos esa promesa de Dios de que los que le pertenecemos estaremos con Él por toda la eternidad en esa ciudad cuyo nombre es Yahvéh-Shammah—el Señor está allí (Ezequiel 48:35)- ¡la Nueva Jerusalén!

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